Feeds:
Entradas
Comentarios

Click

El pesebre donde se debatía lo político estaba adornado con potentes haces de luz, cámaras a porrillo y hombres de andar rápido. Marcaban las diez de la noche, la hora seria en la que las televisiones tenían, por fin, carta libre para todo lo que se meneara menos el sexo, más faltaría.

En esa franja, estaba lo mío planificado. Lo mío y lo suyo, mi adversario, mi enemigo, al que no debía sonreír si no fuera para mostrar exultación, superioridad, liderazgo y una retahíla de adjetivos recomendados por mis asesores de imagen.

Mis secuaces me miraban desde la parte oscura del platón, esa que nunca es perceptible por el espectador, esa que engaña y mutila lo ideal de ese debate de suelos aseados y brillantes, con fondos dignos de las mejores casas de interiorismo. Porque donde la política habla, donde las ideas deberían ser lanzadas con lanzamisiles a los televidentes, en esas precisamente, es donde la imagen copa cuatro terceras partes. Los compañeros de equipo ultimaban las estrategias de ataque y derribo al adversario, ese con el que antes solía compartir dosis de cafeína en el Bar Vero. Ese que un día se llamaba Benjamín y ahora Sr. Núñez. Ahora eran otros tiempos, tiempos de guerra, uno de cuatro años redoblaban los tambores, las navajas se afilaban, y todo el aparato armamentístico se preparaba para noquear al contrario. O tú o yo, era la consigna que todos llevaban tatuada en el cerebro.

En el justo instante precedente a la pronunciación de la última vocal de mi apellido por parte del presentador, entré en el plató. Debía acercarme el público, a la calle, y eso significaba andar rápido, como dinámico y alegre, pero era en realidad, a mi parecer, como si yo también participara del estrés de la calle que ahoga a la mayoría de la gente. Ese bonito y cotidiano estrés que hace que después los duelos políticos a cuatro asaltos de griterío sean mucho más populares que los programas de los partidos. Por el contrario, él entró templado, sereno, sin prisa, mostrando que era un hombre, con tablas, que había algo más tras su postura amistosa. Todo era de libro, qué digo de libro, de show, porque esto era un show. Un show de imagen, digamos como un casting donde se te pide que des el pego. Y en esas andaba él, siempre dando el pego, siempre vigilando donde posaba la mano, vigilando su tono, sus palabras, vigilando el parpadeo ocasional de su ojo izquierdo, vigilando su traje, vigilando su pasado, su vida, su mujer, sus hijos, sus amistades, su gallardía, su convicción, su porte, cualquier cosa que se preciara de dar una u otra impresión al señor votante, o sea todas. Porque el votante era un ser de palomitas, al que el Gran Hermano ya aburría y ahora decidía votar al más majo, de político digo.

¿Era en realidad un debate? Sí. No. A ver, en el estrato teórico era un debate. Así lo decía el título del programa. En el real era una merienda de negros. Los negros chamuscados de mi y su partido que bailaban al son de una sola ideología: ansiar el poder a costa de lo que fuera. De modo que nos pusimos a enfatizar nuestros discursos. Apareció básicamente el tema de la economía, adornado con un poco de política exterior, la sanidad pasó de refilón e incluso hubo un poco de tiempo para poner la banderilla con la ecología como me habían recomendado. Eran en realidad, nuestros discursos, el suyo y el mío, los de dos partidos enfrentados, en principio de izquierda y derechas, pero era un secreto a voces que las diferencias eran nimias. Las directrices mandadas desde los asesores, los consejeros, los compañeros de partidos y el rosario de personas, hacía que fuera yo predicando enfundado en mi traje de robot. Sin apenas fuerza para osar improvisar un poco con alguna ocurrencia mía. Al otro mandado de alto standing, mi adversario, le ocurría más de lo mismo, y así íbamos los dos, cronometrados en nuestra plática para que nadie dentro del programa fuera acusado de partidismo.

Seguir leyendo »

Lecciones aprendidas (I)

De emociones y racionalidad

Es efectivamente el apartado amoroso de gran complejidad. Sin embargo es también, muy a pesar de algún práctico, fundamental en la vida de la mayoría de personas.

A mi modo de entender se puede dividir el enfoque hacia una relación desde dos perspectivas diferentes: una racional y otra más emocional, digamos que más impulsiva. Es este mundo el que me ha mostrado que en general estos dos aspectos varían en función de tres aspectos: la experiencia e intensidad de la vida amorosa de una persona, de su sensibilidad y de su sexo.

Posiblemente como mecanismo de defensa, a más experiencia uno tiende a convertirse en más racional y abandonar su otrora retoña impulsividad para las relaciones. A más sensible la persona, más posibilidades de comportarse de una forma emocional. Esto se explica casi por definición de la palabra. Simplemente cualquier acontecimiento va a ir más directo a las emociones en una persona sensible. En mi opinión la sensibilidad tiene una fuerte dependencia en la inteligencia. Así uno puede proseguir en una cadena de aspectos personales que mejor dejo para los pasatiempos del diario gratuito Metro. Ya por último repercute el sexo. Extrañamente a lo que debería ser, en general las mujeres son más racionales. Es difícil entender porque, habiendo muchas voces que afirman que son emocionalmente más inteligentes, lo que las debería llevar a ser más emocionales. Mi teoría made in casa, me dice que ellas tienen en general una mayor experiencia acelerada en parte precisamente porqué empiezan siendo más emocionales, los que las lleva a aprender con mayor celeridad los secretos del amor racionalizado como mecanismo de defensa. Un ejemplo son las llamadas barreras efectivas que muchas personas levantaban entre ellos y su pareja. Obedecen a la razón de querer obrar una distancia entre los dos, de forma que la posible rotura sentimental no los coja desprevenidos. En otras palabras, cuanto más alta la ascensión de uno en el amor que siente por el prójimo, más fuerte puede ser la posterior caída.

Notar que no tiene porqué haber un relación directa entre ser racional en la vida y en el amor. Además una persona que esté actuando de una forma poco impulsiva en una relación no significa que no pueda cambiar en el futuro.

Independientemente de cuál sea la razón de su mayor o menor grado de racionalidad en el amor, o por lo contrario, irracionalidad; la relación posiblemente sea vea fuertemente subordinada a esta ratio. El individuo más emocional será más franco e irá de cara en una relación. Aunque no sea en palabras, fácilmente mostrará cual es su sentir por la pareja y a su vez le hará sentir que es lo que él desea.

En el momento en que uno se inicia en el juego del amor uno acostumbra a creer, sobre todo si peca de inocencia, que un modo emocional de enfocar la relación va a llevar siempre a buen término. Este momento en realidad puede durar desde un año, varios o toda la vida. Y es que hay inocentes que nunca dejan de serlo, y muy felices que son. Vean por ejemplo las antiguas relaciones donde aquel con el que salían por primera vez acababa convirtiéndose en el esposo/a de por vida. Pero en la actualidad ya no se estila un proteccionismo emocional, cómo en tiempos pasados, donde esto se conseguía mediante la moralidad más carca. Hoy en día, en la era del consumismo, en donde los sentimientos son un juguete más, el proteccionismo emocional ha dejado de existir. En realidad hay un torbellino de relaciones que asola a la juventud y ya no tan juventud, que propagan las relaciones rápidas o de bolsillo en un efecto avalancha. Nada hay de malo desde un punto de vista superficial. Pero esto provoca la propagación de la pérdida de inocencia amorosa. Digamos que los grandes enseñan a los pequeños. Porqué una vez uno ha sido desvirgado de su inocencia, puede caer en la tentación consciente o inconsciente de también desvirgar a todo aquel que todavía la sustenta. En resumen, se produce un aumento de aquellas personas, que afectadas por un o varios colapsos emocionales en el amor, finalmente se vuelven más racionales, o en su versión oscura, en maquinadores.

¿Pero cómo repercute esto, en la relación de pareja? Cómo se decía, el sujeto más emocional pecará de sincero. En los momentos en los que la relación tenga altibajos el más inocente, el más impulsivo, el más emocional, enfocará el problema de la forma más aparentemente racional, valga la contradicción. Pero es que si realmente uno quiere ser racional en el amor, tiene que acordarse de que el amor es un sentimiento egoísta, en realidad tremendamente egoísta. Es decir alguien está con una persona porque le gusta, no porque al otro le guste. A partir del momento en que uno ya no ame al otro, no importa cuán daño sufra la otra persona, porqué la relación se acabará rompiendo. Es en verdad una cuestión de tú o yo. Sin embargo este razonamiento que es un pilar básico para ser racional es omitido en la mayoría de ocasiones y de ahí que tan solo sea aparentemente racional.

Cómo se decía, el amor es egoísta. Por lo tanto cuando uno piensa en cómo solucionar un problema tiene que darse cuenta de este detalle. Si uno actúa de una forma aparentemente racional, o sea inocentemente, le mostrará al otro lo tanto que le quiere, lo cual puede desembocar contradictoriamente en una rebaja de amor por parte de la otra persona.

Los altibajos en el amor provienen de las emociones. Por ejemplo en el momento en que uno cree que su pareja lo va a querer hasta el fin de los días se produce un efecto automático de pérdida de amor del otro. Este efecto que es una ley de vida puede ser o no perceptible, pero existirá. Es la ambición, la esperanza, el deseo, el futuro, etc, lo que mueve en general a las personas ya sean pobres o ricas. Análogamente funciona con el amor. Una vez se ha comprendido este punto es cuando las soluciones de amor también se esclarecen. No hay que atacar al raciocinio, el cual no repercute en lo que siente el otro, sino en las emociones. Una buena regla general, es que toda esa acción que perturbe emocionalmente a la pareja, va a aumentar el amor, y por lo tanto puede que sirva para los posibles problemas. Pero cómo todo, no puede abusarse, o la cuerda se podría romper. Las emociones pueden ser perturbadas de muchas formas, algunas más sutiles, otras más gruesas. Ya sea desde simular una pérdida de interés para el otro, ya sea enfadándose para luego ponerse contento, usando la misma medicina con la que uno ha sido herido. Cómo en todo, uno debe dirimir cuán racional quiere ser y cuán sincero quiere permanecer.

En conclusión el aprendizaje en el amor conlleva a un mayor conocimiento de lo verdaderamente racional: el amor es totalmente egoísta. Sin embargo, a su vez esto lleva a la persona a un deseo para llegar a encontrar algún día esa inocencia de antaño y volver a los orígenes. Y es que en realidad algunos nunca aprendemos…

No es la versión gabacha de Torrente. Aunque bien podría darsele un papelito en la próxima película.

Llego montando dentro del bus. Con cara de estar pegando un siesta, suelto el pie en tierra firme, paso el control aduanero con un caluroso y habitual Bonjour, me dirijo a mi edificio: el Lagrange, diviso alguna ardilla, observo el día soleado que es noticia, me paro a contemplar una seta brava naciendo en medio del pelaje de césped que adornan las faldas de los edificios, tropiezo, hago como que no pasa nada, llego a la puerta, «bip», bien la targeta de identificación no ha caducado, llego a mi oficina, que es la misa que la de los que estén en fase de descanso, beso con entusiasmo matinero a las compadres y… llega la hora de dar la mano a los compadres de igual sexo.

Tun-tun, tun-tun. (A cada tun-tun imaginar la pantalla agrandandose y empequeñiondese a ritmo espásmico). Doy la mano a todo tipo de tipos humanoides: unos que te miran hasta las paredes posteriores del lobulo ocular, otros que sonríen como locos, etc. Entonces se acerca un tio llamado Michel. Arffff, solo de pensar en su brazo muerto me entran arc… Haciendo un esfuerzo sobrehumano insiere energia como puede a sus músculos atrofiados y las articulaciones le empiezan a chirriar. La sangre no fluye por sus brazos, pero heroicamente el consigue levantar su brazo flagido ioguril para posarlo con tintes amanerados delante de mi cara: el monstruo ha despertado. Obligado por las circunstancias observo su cara chata adornada con unas gafas y su mirada caraquil. Con mi mano perfectamente operativa efectúo un movimiento de compresión y agarro lo que parece un trozo de gelatina fria con 5 portuberancias. La sacudo. No hay otra forma de llamarlo. Percibo levemente como desde la palma de su mano a su hombro se transmite un pequeño movimiento ondulatorio. Se trata de un medio ideal para el transporte sin perdida de las ondas mecánicas producidas por mi sacudida. Después del baile árabe que mi congénere de plástico ha efectuado procedo a levantar, lo que para el deben ser las garras de una Aliga Real. De refilón; aprecio mis dedos tatuados en su mano. Ya para poner fin a este tembleque el hombre boomer se dirige al siguiente sujeto. Le deseo la mejor suerte.

Bonjour!!

Saludos cordiales a todos,
Saludos perreones para el resto,
Saludos a ti que estás leyendo ésto. Sabes que te digo: que te saludo.
¿Quien lo diría que te saludo? Pues sí, efectivamente te estoy saludando.
Uno, dos, tres.
¿Sigues ahí? Joder, si has aguantado estas incordiales frases de bienvenida es que eres un lector que no merezco.

Nil, Migue et Andreas

Estaba pensando en qué escribir cuando he empezado a saludarte (¿te he dicho hola no?). A veces me ocurre que hasta que no escribo las primeras dos frases no me empiezo animar. Lo malo del asunto es que a veces nunca escribo esas dos frases. Porque tengo la sensación que tengo que abordar el tema directamente con postín de niño matricula de honor y salir escopeteado en dirección a la frase mágica que os encandile.

Así, que bienvenido, tu honorable lector, posiblemente amigo y sino amigo cibernético y sino transeúnte escurridizo que has aguantado hasta esta línea. Hacía un año en Mercurio que no escribía, fíjate tu.

Siempre estamos suficientemente ocupados o aparentemente ocupados para no criar palabras. Tenía varias excusas a mano. No tecleo bien con el cambio de teclado de francés a español, la ropa sucia empieza andar sola, o acaso, el trabajo me tiene cansado y el cansancio me tiene sin trabajo.

Pero al final, por una y otras razones, empujado por el comentario de una amiga mía en el anterior post, me he posado por un momento a jugar con las palabras. Estaba en mi mundo, jorobado sobre mi, tal cómo un Gollum sobre el portátil, pensando en qué podría escribir y he empezado plasmando esta chorrada que llevas leyendo hasta ahora.

Llegados a éste momento os comento que las conclusiones que se han adentrado en mi iluminándome el camino a recorrer. El ordenador sigo donde está, yo estoy donde estoy y tu estás donde estás. A parte, también decirte que ha surgido una lista en mi la mar de absurda. ¿Qué hace que tenga ganas de escribir?

  1. Inestabilidades. Cuantas más, mejor. El día en que te sientes insultado, el día en que descubres que las alcachofas te gustan, el día en que te parten la cara, todo eso ayuda. Ya sea por adrenalina en tu cuerpo desbocada que tiene que evacuarse de algún modo, aunque sea expresándolo en prosaicos intentos de prosa almidonada en un blog, o ya sea, por desgana, por no saber que hacer más que pegarle al teclado y dejar que los sentimientos fluyan en un diarrea continua sin botón de stop.
  2. Música. La música —mejor si buena— excita algún estado mental proveniente de nuestro abuelo el mono que nos provoca ganas de convertirnos en el rey de la calle, en hacer una performance, asaltar un banco, e incluso, en reflexionar y escribir.
  3. Empezar a escribir. Menuda chorrada que no lo es tanto.

Y ahora aplicando el truco del almendruco propuesto por el autor de Efecte-D os pregunto… ¿Y a vosotros os ocurre lo mismo?

¡Ah! Entre los de la fotos estoy yo. Jejeje.

¡Hasta pronto!

Novedades de gran importancia: he sacado lo del blog del día (el día en que nació Jesucristo) y he visto todas las pelis de Saw y la de Juno en un pack de cine incompatible.

La supremacía humana

(Seguro que algunso de vosotros me curraréis por lo que aquí escribo. No seáis duros. 🙂 )

Si yo me levanto de esta silla en la que ahora estoy sentado y que le digo a usted que se imagine, me dirijo donde yace mi perra descansando y sin mediar palabra le pego una patada ¿Cuál creé que será su reacción?

Ninguna. Cómo mucho se iría dolorida y sin entender porqué la he pegado.

Los animales no pueden respondernos al mismo nivel que nosotros, los humanos adultos. Lo sé, esto nos despierta un sentimiento de superioridad incontestable. A mí me sucede. ¡Qué se levanten los cerdos y vengan a contradecirnos! Pues no, eso no sucederá.

En el 2038 se produce el ansiado contacto. Una raza extraterrestre nos visita. ¡Urra, no estamos solos! Sin embargo nosotros estamos al 10% de su inteligencia. Al principio no sucede nada, hasta que unos cuantos colegas verdes empiezan a ir a sus anchas por las ciudades de los humanos. Van embutido en vestidos reflectantes y en ellos va guardado un pequeño truco, su vestido es un arma temible que no tiene oposición en un simple humano con pistola.

Los huéspedes empiezan a matar algunos especímenes de nuestra raza. No podemos contrarrestar su poder. ¿Son malos? No, sí, no sé sabe. Las comunicaciones con ellos son imposibles. No disponen de lenguaje hablado. No entienden nuestras máquinas. En realidad nuestras máquinas les parecen simples juguetes. Su comunicación es casi instantánea, posiblemente usen la mente. Una conversación que a nosotros duraría 1 hora, a ellos les dura 1 minuto.

¿Merecemos morir? ¿No tenemos derecho a la vida? ¿Acaso no sentimos? Claro que sí responde un humano. El colega verde ni se entera de la pregunta, está en otro nivel.

Esos tipos tan inteligentes verdes ahora son color carne. Los tipos con cara, brazos y piernas ahora son los animales. Ahora somos los seres superiores, nuestro raciocinio cambia, por supuesto que la muerte de un animal no se puede comparar con la de humano.

Para mí ésta es una hipocresía con la que vivimos constantemente. Vivimos dormidos en ella porqué no hay ningún animal que llegue a alcanzarnos a los tímpanos con sus bramidos. Es tal nuestro grado de crueldad que en función de los contactos que tengamos con una raza animal o un espécimen le asociamos un valor mucho mayor. ¿Es un perro? Bueno, su vida vale algo. ¿Es un animal salvaje? Qué nos importa, cortemos su hábitat, plantemos neones y recojamos cubatas.

 

Cómo alguna vez ya habré expresado, nosotros los humanos humanoides con doble título sapiens creemos que pensamos mucho. Nuestra sobreestimada consciencia nos provee de una tarima con la que observar el resto de reino animal. Sin embargo pensamos más bien muy poco. Hacemos que pensamos, pero en la mayoría de casos simplemente repetimos cómo monos (perdón amigo homínido) lo que nos envuelve y lo que absorbemos. No disponemos de la tan cacareada objetividad. Sino porqué las sociedades humanas iban a comportarse de formas tan distintas en lugares y tiempos diferentes. Porqué estamos influidos.

Esto lo digo para advertir de algo muy serio, cuando un humano recibe pocos estímulos, comentarios, opiniones, razones de un bando, su visión se sesga de una forma escandalosa. Por esta razón, en nuestras democracias la propaganda juega un papel vital, porqué los de ahí arriba conocen la tan subjetiva naturaleza humana. Aunque no hubiera propaganda, en la mayoría de polos hay opiniones y estas llegan a la otra orilla.

Sin embargo, con los animales sucede que hay 6.000 millones de humanos opinando desde su tarima y exactamente 0 animales opinando desde abajo. Y es por esto que no dispongo ni de un ejemplo con el que comparar esta situación, porqué no hay situación en nuestra sociedad que un grupo no pueda ni decir “hola, existo”. Extrapolando acierto a pensar que nuestra visión debe y está extremadamente sesgada por la monoopinión: la humana. Simplemente cómo bonos por no poder entablar comunicación a nuestro nivel y estar en obvia desventaja deberíamos restar “diez puntos” de credibilidad a nuestras opiniones.

Leía el otro día en un periódico de tirada nacional que los chimpancés tienen más memoria que los humanos adultos. Era curioso observar las opiniones de algunos lectores molestos por afirmar que nos podían superar en algunas habilidades mentales a… nosotros, la supremacía humana.

 

Posiblemente algunos lectores habrán estado parcialmente de acuerdo conmigo. Pero lo que he dicho no deja de ser bastante políticamente correcto.

Voy un poco más lejos. Todo lo que aquí he expuesto es un preámbulo para intentar desatar algunas ligaduras propias de nosotros, los humanos. Porque no deseamos llegar a límites que nos contradigan en nuestras opiniones o que nos conviertan la vida en imposible.

La raza no es lo que debería diferenciar el valor de una vida o de otra. La supremacía humana tiene claras similitudes con lo que fue y es la supremacía blanca. Pero en este caso, los disgustados –negros, judíos, asiáticos, etc- pueden/podían comunicarse, pueden/podían hablar, pueden/podían expresar su discordia, pueden/podían mirar y veremos/veríamos lágrimas en sus ojos. En realidad la supremacía blanca era una broma comparada con la supremacía humana. Solo observen cuantas razas animales enteras hemos extinguido. Y sin inmutarnos un pelo. Sin que cuando nos levantemos a tomar nuestro café o leche con galletas por la mañana nos tiemble el pulso mínimamente ante tal barbarie. Claro, cómo no se han quejado. Tenemos esta increíble capacidad, que a pesar de nuestra tan citada inteligencia, no somos capaces de ir más allá de donde nos alcanza el telediario.

En realidad, los humanos, nos tomamos la supremacía en el sentido más militar y estricto. Una vida humana aunque sea un feto, tiene un valor incontestable. Por eso se ha creado la palabra “humanidad”, un copyright de que somos verdaderos y nuestra vida está por encima de cualquiera sin el tampón. Es una palabra se deshace en la boca de la que la dice. Siempre está en el lado de los buenos conceptos. No hay nada negativo en ella. Claro está, no sé qué opina el último Dodo que fue extinguido en Australia acerca de la humanidad. Y ni lo sabré.

Cómo decía llevamos esta supremacía al extremo. Un feto o un bebé, en la mayoría de casos tiene menos inteligencia, menos memoria, etc que muchos especímenes adultos de otras razas animales. Sin embargo tiene un salvoconducto, en su frente cuelga la etiqueta <humano>. Y en el código no escrito de todos los creyentes en la supremacía humana sabemos que esto significa que a pesar que su coco esté menos desarrollado que una nuez, su vida es superior a cualquier animal. Porqué sí. Porqué da miedo pensar lo contrario.

Esto concuerda con la extraña manera que tienen algunos de percibir el ecologismo. Un auge fruto de una razón muy simple. El desequilibrio en los ecosistemas acaba repercutiendo en la vida del hombre y aminorando nuestro bienestar. ¡Que le zurren al reino animal y vegetal! Lo que importa es mantener nuestros derechos de autor sobre nuestra raza y que esta no vea atenuado sus dividendos en calidad de explotación de la Tierra. Mientras los currantes, o sea el resto animales y plantas, sigan produciendo el ecologismo no tiene sentido. Claro, cómo decía ellos no hablan, y por lo tanto no existen y no merecen defensa.

Yo digo y afirmo que el barómetro para analizar quien tiene un valor mayor o menor, no debería basarse en conceptos rígidos cómo la raza. El barómetro debería ser para todos igual. Y para todos significa incluso para los animales. Porque ellos no merecen catear y los humanos aprobar el examen sin haberlo hecho.

¡Abajo la supremacía humana!

Carta a un viejo

Cómo dice mi abuelo, un perro viejo muy listo…

No por mucho tempranar amanece más madruga (sic).

Y es que no por quererlo las cosas ocurrirán tal cómo nosotros queramos cuando deseemos, ahí mi ejemplo del proyecto de final de carrera (de fondo). Pero no por eso dejan de ocurrir y es que esto me recuerda que…

No somos tan buenos cuando todo va de cara, ni somos tan malos cuando todo se hace cuesta arriba.

Pero de esto los jóvenes sabemos cómo tanto desconocemos. Nos resulta tan lejano el futuro, una irrealidad tan cercana y tan lejana, que nunca se nos pasa por la cabeza imaginarnos cómo seremos de viejos. A lo sumo un comentario jocoso en alguno que otro debate juvenil, pero casi nunca una ligera meditación. Viene de naturaleza. Somos jóvenes, valientes, no nos asusta lo mortal, hay que luchar para ese futuro infinito…, infinito, ¡infinito carajos!

¿Por qué, sino, luchamos por la paz mundial, por el medio ambiente, por los bosques, por la igualdad?

Por qué soñamos en palpar nuestros resultados, porque se nos hace eterno el día en que nuestra condición de mortales nos ha señalado cómo día final, porqué la vida es un rompecabezas sin solución a solventar, porqué somos la energía de la especie. Porque todo tiene un puñetero origen Darwiniano. Cómo sino iba a sobrevivir la especie sin una juventud cegada por la bravura de la ideología que puede con todo… Cómo iban a llevarse los viejos algo que comer si los jóvenes no lucharan con espada y capote contra la marea de la realidad.

Esa es la razón, ser viejo no entra en la mente de un joven, es algo inabarcable, algo que vendrá en un par de siglos, algo tan lejano que no vale incluirlo en nuestros planes de futuro. Así que para enmendar nuestra laguna de realidad, escribo aquí mi carta…

Hola viejo,

Te escribo esta carta porqué es este el único método que conozco para comunicarme contigo. Vives lejos, en el tiempo, y hasta que la ciencia no revolucione nuestra física, que no ocurrirá, es éste el único método por el que dejarte unos destellos de lo que una vez fuiste. No me malinterpretes, tu eres tu, yo soy yo, somos diferentes personas, a pesar de que la sociedad no lo vea así. Son cosas de la física, si compartes cuerpo eres el mismo. No quiero saber los dilemas que están por venir en los siguientes decenios…, seguramente darán para muchos papers pero esto es otra historia. Si lo senil no se ensancha conmigo, mis neuronas que he estado entrenando por ti, serán capaces de retener parte de mi historia que sí es parte de la tuya. Míralo así: ésto es una carrera de relevos y yo te pasaré lo mejor de mi, las piernas, los brazos y la cabeza. No sé si será un buen regalo para cuando lo leas, pero lo que cuenta es la intención. Al menos eso dicen.

No te preocupes demasiado, tarde o temprano, a no ser que una desgracia me ocurra, existirás. Digamos que yo te alumbraré y con suerte tu me recordarás cómo un antepasado tuyo que fui. Compartiremos mismo cuerpo, así que intentaré cuidartelo. No sé si lo he hecho fenomenal, a veces me dan por comer Donuts de chocolate y he tenido algún que otro accidente importante. Pero considero que en general, mi corazón late con fuerza y todavía le queda su tiempo para que llegue a ti lo mejor posible en este transplante silencioso y temporal.

Tal cómo hacemos todos cuando somos chiquillos o adolescentes y nos preguntamos porqué nuestros padres actúan de determinada manera y entonces decidimos que cuando seamos grandes nosotros no haremos el mismo error… ¡que estupidez! Excepto en honrosas excepciones, si excluimos esos que disponen de una disco duro digno de exposición, la mayoría no acertamos a guardar tal información por mucho tiempo. Se pierde en este sigiloso camino del crecimiento y maduración de nuestra persona, o debería decir cuerpo. Así que para ahorrarme el fallar, al saber que mi cabeza tiende a despistarse, me ahorro el escribirlo en ese soporte tan volátil llamado materia gris. Prefiero el platino de un CD o el negro del chip que mediante sus circuitos es capaz de almacenar media historia de la humanidad.

No sé cómo serás, sólo sé que heredarás. Por esto si acierto es pura casualidad, porqué lo exacto no existe en este mundo. No obstante para ahorrarme el bochorno de describirte ante unos lectores que no son ni de tu generación simplemente te diré lo que desearía que sí y fueras o hicieras.

Viejo, no te encasilles, por favor. Por lo que tanto he luchado no pase contigo. Es descorazonador comprobar cómo excepto unos pocos afortunados, la gente se encasilla. Lo llaman experiencia… ¡Y es verdad! pero hasta cierto punto. Cuando uno deja de pensar el porque de sus ideas, por mucha que sea la experiencia que apunte en un sentido, eso te amordaza. Ya no eres libre, simplemente un trozo de carne humana que ha escrito con tanta fuerza sus ideas en sus neuronas, que ya no es capaz de divergir en un momento dado. Nada es absoluto, valga la contradicción.

Si consigues eso… habrás sobrevivido por mi. El tiempo dirá, tu hijo mío, tu viejo, tu que me robas mi cuerpo y mente si eres digno de mi herencia o acaso un hijo bastardo. Te deseo lo mejor.

Firmado: El tú de 24 años.

Hay algo que últimamente me ha tocado la perola. Y es la diferencia de libertad existente en este país sobre la corona o la bandera que respecto a cualquier otra cosa.

¿Acaso si quemo una foto de un amigo alguien me va a denunciar? ¡Más faltaría! Pues entonces por qué no puedo quemar una foto del rey por ejemplo. Para hacer un ejercicio de libertad voy a poner la tan famosa viñeta del jueves aquí para dejar claro que si pudiera yo también dibujaría a los reyes en pelotas y haciendo choco parties. Por que en esta sociedad se puede vulgarizar a cualquiera, pero no a los reyes, que chupan del bote y disponen de inmunidad legal hacia su imagen no sea que alguien dude de sus servicios. ¿Y después nos exclamamos por los musulmanes…? ¡Venga va!

Portada jueves reyes

Si encuentro una imagen de la bandera quemandose la cuelgo… ¿alguien tiene una? 🙂

PD: No tengo nada en contra de la bandera española pero eso no me exime de opinar que debería poder quemar cualquier signo que me apateciera en un país libre.

Torneo de Go

Visto que últimamente entre el proyecto de final de carrera y otros líos propios de la esencia humana no he tenido tiempo a actualizar demasiado el blog, voy a tirar de lo personal para llenar una nueva entrada de esta bitácora con lo que sentirme que no estoy faltando al espíritu de Santo Bloguero.Xais del bosc

Hará cosa de unas semana y no voy a decir cuantas –lo podéis achacar a la misma razón por la que algunas personas gusta de obviar el número de años que tienen– fui junto a mi amigo Xai grande y Xai petit al Abierto de España de Go. ¡Dioxxxxxxxxxxxxx! Lo siento, pero algo tenía que postear sobre el mejor juego de mesa nunca creado y por crear existente en la Tierra, jejeje. Antes de nada quiero esclarecer que xai es el sobrenombre que damos a cualquier individuo humanoide al cual tengamos cierta estima. Tan profunda palabra viene del mismo Xai grande que de pequeño –digo yo– debió de experimentar alguna experiencia más allá de los límites sensoriales humanos que le instigan a usar esta palabra para llamar a todo diós erguido sobre dos patas. Por cierto xai significa cordero en catalán. ¿¿¿??? Lo mismo pensé yo cuando lo oí por primera vez, pero a base de arrojar dicha palabra a mis queridísimos tímpanos he acabado por acostumbrarme al nuevo sinónimo de colega.

Ya por curiosidad decir que esto de asociar una palabra extraña a unos sujetos que forman un grupo no es nada nuevo. Ya en mi aldea, a los colegas de allí seguimos esta arcaica costumbre y solemos llamarnos pako. Y sé de buenas tintas, que pakoMarc, uno de estos amigos con tan extraña costumbre solía llamar a sus amigos de universidad rafa. Así que si precisais de un dósis de burrería coleguil con la que sentiros arropados no dudéis en visitarme y entre nosotros podremos establecer una nueva palabra que usar para llamarnos e identificarnos de una forma totalmente social, por ejemplo podríamos usar… buenos días compact disc, que pasa asno, o te echaba de menos hilo de algodón.

 

Abierto de España de Go

El Abierto de España de Go, es eso un torneo abierto a cualquiera, dentro de España (XD) y sobre Go. Go: un nueva modalidad deportiva de gimnasia, tipo steps, para ejercitar los glúteos mientras «vas». No en serio, no hace falta que os explique lo que es el Go. ¿Oh sí?

Godokas con olor a chorizo

 

Entre los concursante había todo tipo de individuos. Por ejemplo el dúo de los sentidos olfactivos anonados, unos belgas o yo que sé de donde que por algún fenómeno muy curioso si situabas tu nariz a menos de un metro… olían a chorizo, del malo. Pero da igual, a parte de que no hablaban, tenían un rollo entre ellos un poco chungo y nadie sabe a ciencia cierta de donde proceden, eran de lo más normal. En la foto uno de ellos jugando contra mi y al que gané por pura cholla, y mi lado su compañero de fatigas, que más tarde me machacaría. (Yo 1 – pareja rollo raro 1)

Seguir leyendo »

Pequeños grandes placeres

En lo que uno llama la vida, entiendase desde que su memoria empieza a guardar recuerdos hasta el día en que conscientemente nuestra mente deja de carburar, las personas pasamos buenas y malas épocas. En general esas llamadas épocas, mi infancia, mis años en el instituto, mi época universitaria, el romance de ese verano, el año que viví después de la muerte de mi padre, el día y los que vendrían después de marcharme de mi casa, la crisis de los 30, y así hasta llegar a a la soledad o al jubilo del tiempo libre en la tercera edad, forman grandes bloques en nuestro cerebro y son recordados en gran parte a pesar de sufrir un pequeño desgaste por el discurrir del tiempo. Sin embargo, están destinados a perdurar durante mucho tiempo en nuestro más inconsciente consciente.

Pero hoy no quiero indagar más en esos temas de estado en nuestras mentes, porqué ya de por sí son ampliamente rescatados en varios días del año parar decirnos que son parte de nuestra existencia. Hoy quiero ir a lo efímero, a lo olvidable, a lo etéreo… pero placentero.

Imagínense, después de un día de mucha lluvia con nubes grises, han llegado cansados a casa y no les apetece hacer nada, entonces alguien a quien darían las gracias enciende el fuego del hogar, están tan cansados que se duermen en su sofá mientras el fuego se aviva y chispea echando rescoldos. En nuestras retinas de un sueño soporífero se aviva la imagen rojiza de las llamas incandescentes mientras éste nos caliente la húmeda cabellera proveyendonos de una energía que nos calienta lo más profundo de nuestro ser. Entonces adormecidos pero despiertos al mismo tiempo, por el rabillo del ojo observamos una figura, nuestra novia, nuestra madre o nuestro padre que nos acolcha con una aterciopelada manta. Nos sentimos protegidos, regocijados, percibimos las últimas delicadas gotas de lluvia que caen a fuera a lo lejos como aprisionadas en el cielo abierto. Ya por último caemos en un bello y profundo sueño no sin antes, pensar y olvidar casi al mismo tiempo, que este es un placer por el que vale la pena vivir una vez

Seguir leyendo »

¿Quieres abrir mi mente?

— Por favor, usted, sí usted, agárreme el pelo. El pelo he dicho, por favor, sí sí estírelo.

El pasajero en dirección al anden se paró.

Con el dedo se apuntaba a sí mismo. «¿Se refiere a mi?»

— Sí, sí, usted, venga por favor —le repetía con ahinco señalándole su caballera—. Coja de aquí, con la mano. ¡Ah!, todavía no, mire que es usted animal. Cuando yo le diga tira con todas sus fuerzas.

Varios viandantes seguían el curso de sus caminos de habas imaginarias. Mientras tanto, el desconocido, un tipo flaco con traje y corbata, le recogía el pelo como si estuviera a punto de hacerse con un ramo de margaritas poco convencionales

—A la una…., a las dos y ¡a las tre…!

— ¡¡¡Aaaahhhh!!! —gritaba en el hombre atado a un traje.

Sssssssshhhhhhh. No ve que me va a alterar alguno de mis circuitos neuronales con estos gritos.

Sentado en el suelo yacía el desconocido sin saber muy bien que decir. Hasta el día de hoy, nunca le había arrancado la parte superior de la cabeza a nadie.

— Usted, acerquese otra vez. No vaya a marcharse con la tapa de mis ideas. Ponga las manos cómo si mis pensamientos verdes le estuvieran escociendo la cara. Así, en efecto, no, acerque un poco más las manos, júntelas. No tan cerca o me contaminará.

Pocos se habían parado ante la escena. Solo un niño, babeando perplejidad a través de su rostro, obsrevaba sin perder detalles de lo acontecido.

WilsonEl melenas era en realidad un viejo que había hecho suya la idea que a la alopecia hay que combatirla con una buena dosis de espíritu hippie. De forma, que lo que en otras eras habría sido una espesa cabellera con la que fabricar un par de cojines, ahora se había transformado en un coco hawaiano con cuatro grisáceos pelos insertados en él. Digamos, para facilitar el cálculo imaginativo del lector, cómo la pelota del Tom Hanks en Náufrago.

— Bien, ha hecho el primer paso. Eso ya es mucho teniendo en cuenta lo pasmado que parecía usted. Échele una ojeada a la sopa.

— ¿A la sopa? —preguntaba el ejecutivo con cara de no comprender el mismo dialecto.

— Anda —arrastrándolo por la manga hacía la parte superior de su coco partido—. ¿Contempla todo este nido de neuronas?

— ¿Esto son neuronas…? —haciendo una mueca de asco ante el espectáculo ante sus ojos. Vale, había algunos pigmentos negros, orbitando en pequeñas circunferencias, pero desde luego se parecían más a cacas de mosca que bigbangs de conocimiento e imaginación.

— ¡Y todas son mías! Con 86 años y todavía tengo un cerebro que ni el suyo —mirándolo con ojos de profesor aposentado.

— Oiga, que yo tengo 28 —le contestaba tan bien cómo sabía herido de orgullo.

La cocotera del señor seguía abierta, mientras unas pocas motas de polvo se había aposentado encima de la masa encefálica que se retorcía con vida propia.

Seguir leyendo »